domingo, 11 de abril de 2010

Vamos a discutir

En una publicación en su muro del Facebook, una amiga hacía una cita de un libro sobre las relaciones de pareja, de la que otro amigo ha dado su opinión y...Zasss! De inmediato saltó la reacción de mi amiga respondiéndole con una ampliación fuera de lugar de la cita.

Como la cita hablaba de las relaciones de parejas, me hizo recordar una frase que había leído en alguna ocasión de Oscar Wilde que dice: El egoísmo no consiste en vivir como uno cree que ha de vivir, sino en exigir a los demás que vivan como uno.

Considero que esta frase explica muchos de los conflictos en las relaciones personales en general, y de forma particular en la relación de pareja. Conflictos que muchas veces resultan “saludable” para la relación porque llevan a las discusión, y según han demostrado los neurólogos, no responder a una crítica, o aun ataque verbal, acorta la vida. Así que eso de poner la otra mejilla, se queda antiguo. Por eso, vamos a discutir.

Saber discutir es saludable para la salud mental porque en una discusión interviene la inteligencia, el lenguaje, y el pensamiento social de cada uno. En el caso de la relación de pareja muchas veces las discusiones fortalecen la relación, o si no, de dónde sale la típica frase: “después de las discusión, viene la reconciliación”.

El peligro está en no saber llevar las discusión. Es ahí cuando existe el riesgo de salirse de la dialéctica intelectual y desviarse hacia la ira patológica, por los traumas y frustraciones personales, que invita a entrar al ataque personal, la ofensa, y el insulto; dejando atrás la defensa del punto de vista de cada quien.

Dentro de mis relacionados tengo ya identificada algunas personas con la cual se que no puedo discutir. Por la experiencia, he comprobado que con esas personas las discusiones siempre derivarán en ofensas personales, y a la descalificación, que en algunos casos, consiguen desenterrar rencores supuestamente olvidados.

Por eso, en mi evolución personal, he aprendido que hay que ser inteligente para saber discutir dentro de la dialéctica intelectual, con el objetivo de encontrar soluciones y que la discusión sea más constructiva y menos impulsiva.

Creo que existe un gran peligro al salirse de la discusión dialéctica intelectual, porque en la discusión entre pareja hay que tener claro que los hombres y las mujeres discutimos de forma diferente, por una cuestión hormonal.

Yo me considero una persona pacifista y conciliadora, pero tengo que reconocer, que si me activan para la discusión fuera de la dialéctica intelectual, me transformo; es cuando digo: «ya lograste que se me sube el negro a la cabeza...» o «ya! has conseguido que se me crucen los apellidos...»

En los hombres, nuestros niveles de testosterona nos predisponen a la imposición de las ideas y a ciertas agresiones. Por eso es que entre hombres una pelea implica agresión y gestos violentos; contrario que en las mujeres, que implica la defensa.

En un artículo que he leído sobre este tema, el neurólogo mexicano Eduardo Calíxto Gonzalez, explica que los hombres y las mujeres tenemos distintas organización celebrar. Entre hombre y mujeres nuestra corteza prefrontal madura a velocidades distinta. ¿Qué significa esto? Que discutimos de formas diferente.

Por una cuestión de nuestro cerebro, las mujeres llega a pronunciar a diario entre 25mil y 32mil palabras, mientras que el hombre se queda entre 12mil y 15mil. O sea, que mientras ellas se explica y se desgañita en una discusión, los hombres apenas pronunciamos algún monosílabo.

Tengo tipificadas cinco frases que son como balas, que si me las disiparan, es muy difícil que puedan anular después los efectos de irritabilidad que me producen, no tanto para que se me “crucen los apellidos” o “se me suba el negro a la cabeza”, pero si para sugerirme gestos que proyecten mi furia, lo que en mi tierra le llaman: refunfuñar:

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Considero que en las relaciones personales, y en especial en las relaciones de parejas, deben plantearse algunos pasos para saber discutir de forma beneficiosa, como el de saber utilizar los argumentos para aclarar las posiciones de cada quien. Eso ayudará a conocer a la otra persona, sabiendo entender que una discusión no deja de ser un acto excitante y saludable, que evita la tiranía de la razón.

Quedo abierto a la discusión dialéctica intelectual, así que les invito a discutir conmigo, pero que cada quien asuma las consecuencias si usan algunas de las expresiones que he advertido que me ponen como el diablo, parco en palabra, pero si sobrado de gestos y actuaciones de ira.


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